mejor las preferencias de su población; en lugar que el gobierno central proporcione cualquier nivel
específico y uniforme de producción en todas las jurisdicciones.
No obstante, años más tarde, el autor revisa este teorema encontrando ciertas limitaciones y concluye que
no existe un plan universal para lograr un sistema de descentralización fiscal óptimo y que la construcción
viable y eficiente de dicho sistema implica un balance que puede variar dependiendo del país. Así, sostiene
que se debe estar lo suficientemente descentralizado para promover la competencia entre jurisdicciones y
limitar la capacidad del gobierno central para socavar el funcionamiento eficiente de los mercados locales.
Al mismo tiempo, el gobierno central debe ser lo suficientemente fuerte para resistir los movimientos de los
agentes descentralizados (Oates, 2006).
En cuanto a los impactos observados por los procesos de descentralización fiscal en otros países, a la fecha
existe escasa literatura referente a la relación entre esta y la competitividad. En un esfuerzo por superar esta
brecha, Chalil (2019) analizó 61 países (desarrollados y en vías de desarrollo de todos los continentes) y sus
resultados sugirieron que en el largo plazo un país con alto nivel de descentralización fiscal presentaría un
mayor nivel de competitividad. Sin embargo, al incorporar el impacto de la corrupción, lo que se muestra
es que en países con un bajo nivel de corrupción un aumento en el grado de descentralización fiscal mejora
la competitividad; en cambio, en países con un alto nivel de corrupción un aumento del grado de
descentralización fiscal reduce la competitividad.
Igualmente, otros autores han estudiado la relación entre la descentralización fiscal y el crecimiento
económico, lo que resulta importante de hacer notar dado que la competitividad constituye una herramienta
fundamental para generarlo (Unión Europea, 2001; WEF, 2006; Kordalska y Olczyk, 2016). Teóricamente, un
proceso de descentralización al distribuir recursos de manera más homogénea dentro del territorio debería
generar las condiciones para un mayor crecimiento regional (CGR y Apoyo Consultoría, 2014); sin embargo,
la literatura internacional sugiere resultados mixtos. Estudios empíricos como los de Lozano y Julio (2016)
para Colombia y Jimber Del Río et al. (2021) para Ecuador encuentran una relación positiva entre la
descentralización y el crecimiento económico en las regiones de dichos países. Igualmente, para un estudio
de países de América Latina –incluyendo al Perú– Pinilla, Jiménez y Montero (2016) encuentran evidencia
de impactos positivos y de largo plazo entre la descentralización y el crecimiento, dado a través de los
incentivos generados por la mayor autonomía subnacional. En contraste a los impactos positivos, Davoodi
y Zou (1998) en un estudio para 46 países (desarrollados y en vías de desarrollo), no encuentra impactos
significativos entre el grado de descentralización y el crecimiento económico de los países.
En Perú, de acuerdo a las características del proceso de descentralización, el sistema en términos fiscales
resulta en un modelo de descentralización fiscal parcial. Esto debido a que la capacidad de gasto ha sido
delegada hacia los gobiernos subnacionales sobre la base de las transferencias presupuestales (CGR y Apoyo
Consultoría, 2014). Es decir, se transfieren funciones y recursos fiscales –fuente tesoro público, canon y
regalías– a los gobiernos regionales y locales sin descentralizar la recaudación de ingresos. Esto último
porque resulta relevante prevenir la generación de gobiernos subnacionales “deficitarios” o endeudados,
dado que constituye un amplio riesgo de afectar al equilibrio macroeconómico y desencadenar una crisis
económica (CGR y Apoyo Consultoría, 2014).
3. Análisis
La presente sección buscará dar respuesta a la pregunta de investigación, para lo cual se analizará si la
descentralización ha mejorado los indicadores de competitividad regional. Para esto, se cuenta con el Índice
de Competitividad Regional (INCORE), indicador desarrollado por el Instituto Peruano de Economía (IPE),
el cual asigna un valor relativo de competitividad de las 25 regiones sobre la base de indicadores
relacionados con la infraestructura, entorno económico, educación, salud, laboral e instituciones, los cuales
replican la metodología usada por el Foro Económico Mundial (WEF en sus siglas en inglés). Asimismo, de
manera complementaria, se evaluará brevemente el crecimiento económico descentralizado.